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miércoles, 7 de mayo de 2008

De mi piel desnuda (parte 2)


2


El pasillo del Instituto Forense estaba prácticamente vacío a esas horas. La luz blanquecina de los halógenos inundaba hasta la última mota de polvo de aquella recta serpiente desafiando la nocturna oscuridad del exterior. A través de algunas lunas de cristal se veían todavía a algunas personas que hacían turnos de noche o simplemente, horas extra.


Leonardo atravesó el corredor a toda prisa con un desgastado maletín de cuero entre los brazos para no entorpecer la carrera. Se había entretenido leyendo los informes de los interrogatorios y el reloj le había jugado la mala pasada de no avisarle en hora; llegaba más que tarde a su cita con la Doctora Esteban.


Trazó alguna disculpa rápida en su mente mientras empujaba la barra metálica de una puerta de doble hoja interpuesta en el pasillo. Al fin a unos metros unas letras rubricadas en una pegatina de vinilo que resaltaba contra el vidrio ahumado rezaban el nombre de Alejandra Esteban.


Golpeó con los nudillos el cristal pero no recibió respuesta alguna del otro lado. Lo intento una segunda vez, pero la voz femenina que esperaba escuchar le llegó a sus espaldas.


- Llega tarde, inspector. Estaba a punto de irme.
- Lo lamento. Datos de última hora. No quise acudir sin los informes y fotografías para mostrarle. –se excusó alzando el maletín como prueba defensiva. En el rostro de ella se dibujó una fugaz mueca de desconfiada sorpresa. –Siempre es bueno tener una segunda opinión. –completó.
- Pase. –el tono de la invitación sonó como un “dejémoslo estar, total, vosotros siempre hacéis lo que os da la gana”.


Aliviado por poder ponerse de nuevo a trabajar sin tener que hacer esfuerzos por socializar su parte humana común, Bruni la siguió hacia el depósito en silencio.


Los dos cadáveres yacían desnudos sobre una desagradecida cama de metal y cubiertos por una lona negra. Un lecho no demasiado poético para el descanso eterno. Ambos tórax lucían un profundo corte en forma de “y griega” que resaltaba en la extrema palidez de su piel inerte. Sobre una estantería cercana descansaban varios botes de cristal en los que se conservaban ya los órganos internos de la mayoría de los cuerpos que en aquel momento se guardaban en el depósito.


Aunque no hubiese hecho tanto frío allí adentro, su sola visión habría provocado que cualquier espina dorsal se estremeciera vértebra a vértebra.


- Veo que ya ha terminado las autopsias. –la observación era evidente. Tampoco podía reprochárselo.
- Sí. He dedicado la tarde a comparar ambos cuerpos.
- ¿Y bien? ¿Cuáles son sus conclusiones? –Ya que se había perdido la parte práctica le interesaba apurar la teórica y poder irse a casa lo antes posible. El día estaba resultando demasiado largo ya.
- Ambos hombres fallecieron exactamente de la misma forma. Lo más interesante y no menos sorprendente es la sustancia que he encontrado en sus labios y en el interior de su boca: curare. Es un potente veneno que paraliza los músculos del cuerpo humano conservando la sensibilidad. Es una mezcla que fabrican los indios de Sudamérica para envenenar las puntas de sus flechas. Lo fabrican con plantas y raíces maceradas y en principio no provoca la muerte, pero los restos que he hallado indican una concentración muy poderosa, seguramente potenciada con algún aditivo que hizo que la parálisis terminara por extenderse también a los órganos vitales. La muerte no fue instantánea si no que el cuerpo fue gradualmente apagándose. Tal y cómo le comenté por la mañana, el pene fue arrancado de un mordisco. Lo desconcertante es que el desgarro no se corresponde con la mordedura de ningún animal y aunque coincidiría con la huella de los dientes de un humano, la rapidez y facilidad con la que parece haber sido arrancado requiere una fuerza y una potencia en el mordisco muy poco común, por no decir imposible. –la doctora hizo una pausa gesticulando con la cabeza. Su expresión dejaba entrever las largas horas que aquella extraña observación llevaba rondándole la cabeza. Leonardo frunció el ceño. No le gustaban los detalles que la ciencia no conseguía esclarecer. Sólo servían para atraer a fanáticos y supersticiosos a las puertas de comisaría.
- Por la cantidad de sangre encontrada entre sus ropas y en la escena de los crímenes, y por el estado de los cuerpos estoy casi segura de que fueron desangrados todavía vivos, mientras el efecto del veneno los mataba lentamente, pero todavía estaban conscientes de su propio dolor. –Bruni miró a los ojos velados del segundo hombre, el que en ese momento tenía a su derecha sobre la camilla que lo separaba de la forense. –Estos hombres vivieron un verdadero infierno. –era más o menos lo mismo que cruzaba por su mente, aunque el lo estaba sufriendo en imágenes. Sacudió la cabeza para alejarlas antes de que todo su cuerpo se paralizara por un dolor ajeno, y se concentró de nuevo en la investigación.
- ¿Alguna prueba que nos ayude a encontrar al asesino? Restos de piel, huellas, sangre…
- Absolutamente nada. Toda la sangre analizada pertenece a la víctima. He mirado debajo de las uñas, analizado la saliva y cada micra de milímetro del pene. No he encontrado nada, ni una sola muestra que no pertenezca a los cadáveres.
Leonardo se mesó la barbilla con expresión pensativa, arrugando el entrecejo.
- Si se supone que fue arrancado de un mordisco, no sería lógico encontrar restos de saliva en él?
- Exactamente. Sería lo lógico. Pero este caso empieza a desafiar las leyes de la evidencia.
Se hizo un incómodo silencio. Ese tipo de incómodos silencios cuando aparece una situación cuyo modus operandi no describe ningún manual de comportamiento.
Tratando de evitar la conversación en la que podrían derivar aquellos confusos resultados, Leo se apoyó sobre el borde de la mesa y trató de restar importancia continuando con los detalles que circundaban al caso. Tal vez la siguiente pieza terminaría de desencajar lo raro de la anterior.
- ¿Qué me dices de los lirios? ¿Has podido sacar algo en claro? –preguntó distraído pasando la yema de los dedos por sus labios resecos por el frío de aquella sala. Levantó la cabeza sorprendido por el largo retraso que la contestación estaba sufriendo y se encontró los ojos de la mujer fijos en los suyos. Tenía una extraña expresión en el rostro. Sus labios se curvaban en lo que parecía de lejos una sonrisa. Entrecerró los ojos en suspense inquieto por la causa de aquel cambio de actitud pero ella al fin desvió la mirada.
- La sangre de los lirios pertenece a las víctimas. Cada una respectivamente a la víctima encontrada la misma mañana. Está claro que tienen relación con el caso. Imagino que sabrás ya el porqué de la implicación de esas muchachas con las víctimas.


Esta vez fue él quien se permitió una mirada fugaz distinta de las demás. Ahí estaba el motivo de aquel breve lapsus profesional. Sin darse cuenta, él la había tuteado. Había abandonado la forma de cortesía para dirigirse a ella. Hoy en día lo más habitual era tutearse, pero en las escasas situaciones en las que se mantiene el máximo respeto, el abandonarlo suele sugerir una confianza cotidiana posiblemente acompañada de una segunda intención. Sobre todo cuando se trata de la relación entre un hombre y una mujer.


- Ambas chicas fueron violadas por las víctimas. Son muy jóvenes y el abuso fue relativamente reciente. Una de ellas ni siquiera lo había denunciado todavía. -¿Por qué compartía aquella información con ella? No era absolutamente necesario. ¿Y por qué ella le había tuteado también? Estaba claro que había sido intencionado. ¿Acaso había tomado su despiste como una invitación y pretendía aceptar el juego? Frunció el ceño molesto por sus propias divagaciones.
- Vaya, parece que tenemos un ángel vengador. –comentó ella con una mueca que estaba lejos de la desaprobación.
- ¿Un ángel vengador? –repitió él.
- Dos violadores asesinados y sus víctimas reciben un lirio manchado con la sangre de los hombres que les arruinaron la vida. Yo diría que se trata de un vengador justiciero anónimo.
Leonardo la miró largamente.
- Cierto. Pero tendría que ser alguien que conoce lo suficiente a las chicas como para estar al tanto de lo que les ocurrió. Y las declaraciones de ambas no encajan. Una de ellas sólo se lo había contado a sus padres y la otra todavía no había abierto la boca sobre el tema. Sin contar conque no se conocen entre ellas. –Ella le sonrió con cierta socarronería.
- Otro misterio más para el caso.

2 comentarios:

Carlos dijo...

Buenos días,

Como siempre te digo, que bien escribes! Es muy facil visualizar las situaciones ^^

A ver como continúa la historia que como no, me ha enganchado desde el principio.

Besos!

Anónimo dijo...

Ouch, es que duele! XD Acbo de ver en mi cabeza los personajes de CSI leyendo esto jaja! Es interesante el detalle del veneno, lógicamente no se iban a quedar quietecitos mientras les arrancaban el pene.
Uh! Se huele la tensión entre Bruni y la forense, jeje... Este tipo de cosas surgen en los lugares más inesperados, en plan flechazo por la calle, en el trabajo, delante de dos cadáveres...