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viernes, 13 de febrero de 2009

Arde Australia

Hace ya unos días que vengo siguiendo esta noticia desde internet. Los que tenéis televisión imagino que en algún momento habréis visto algo en las noticias o escuchado algo en alguna parte.

Me refiero a los incendios que, un año más, están devorando el sur de Australia. Sin embargo, todo lo que he leído apunta a que esta ola de fuego será especialmente recordada en el país austral. Hasta ahora, 181 muertos confirmados y los que todavía no se descubrirán hasta que las llamas vayan dejando sus cuerpos atrás para seguir lamiendo la superficie de la tierra en otra zona más viva y jugosa. A eso, más de 500 heridos y unos 5000 evacuados de sus casas.

Por si la tragedia fuera poca, siempre aparecen los parásitos que intentan chupar la sangre aún cuando la vaca ya está moribunda, y ahora otra preocupación a mayores son los ladrones que intentan desvalijar las propiedades evacuadas por los incendios.

Esta clase de detalles son los que me hacen perder la esperanza en el ser humano, pero en fin, supongo que al final son la clase de detalles que nos demuestran que, en realidad, no nos diferenciamos en nada de las bestias que pastan en el campo, o los carroñeros que acuden después de que los leones se den el festín.

No podía evitar hacer mención a esta noticia. En Galicia hace ya un par de años sufrimos un verano sumido en las llamas, donde más de 80.000 hectáreas fueron devoradas por el fuego. Lo que se siente al ver nuestro color verde teñido de negro es algo que no puede describirse con palabras, y que sólamente los que pudimos verlo guardamos esa marca en el interior.
Al leer estas noticias, no puedo imaginarme cómo será ver arder 450000 hectáreas de terreno ante la imposibilidad de frenar su avance. Intentar ver através de los ojos de un joven que caminaba por la calle principal de su pueblo, totalmente reducido a cenizas, con los cadáveres de sus vecinos todavía esparcidos por el suelo. Ante esto, el fuego que arrasó nuestros montes parecía un dulce niño en comparación con la brutalidad salvaje de unas llamas que ni siquiera dan tiempo a la población a huír.

Desde este humilde blog, agradezo en el alma a los bomberos que tienen que echarle pecho y estar enfrente de una pared de fuego de cuatro metros de altura e ir retirando los cadáveres que deja a su paso, y pido todos los días a lo que sea que hay ahí arriba que por favor, llueva sobre Australia.


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